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STANLEY (Stanley Steamer) (1.897 - 1.927) |
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Los hermanos gemelos Francis E. Stanley (1849-1918) y Freelan O. Stanley (1849-1940) fundaron la empresa tras vender su negocio de placas fotográficas a la “Eastman Kodak”.
Produjeron su primer coche en 1897, (según algunas fuentes, violando las patentes de George Whitney (ver historia), que les denunció), y lo probaron por primera vez un día de septiembre en Maple Street, Watertown, Massachussets.
Entre 1898 y 1899, produjeron y vendieron más de 200 coches, más que cualquier otro fabricante estadounidense. Finalmente vendieron los derechos de ese diseño a Locomobile.
Los primeros coches Stanley/Locomobile tenían carrocerías de madera ligeras, montadas sobre chasis tubulares de acero. El motor de vapor y su caldera estaban situados debajo del asiento. Los Locomobiles en general tenían algunos problemas y eran a menudo modificados por sus propietarios, que les añadían accesorios de terceros como, lubricadores mejorados, condensadores, dispositivos que mejoraban el laborioso sistema de puesta en marcha, etcétera, etcétera.
En 1901, tras el vencimiento de la clausula que los ataba a Locomobile, los hermanos Stanley reasumieron la producción de su propia marca y empezaron a utilizar el nombre “Stanley Steamer”. Para superar los defectos evidentes de sus automóviles, desarrollaron un nuevo modelo con motores de dos cilindros que engranaban directamente al eje trasero. Esos nuevos modelos tenían la carrocería de aluminio, pero conservaban muchos rasgos anticuados, como por ejemplo el chasis tubular de acero, y no fue hasta 1915 cuando se empezaron a utilizar condensadores.
La “Stanley Motor Carriage Company” operó entre los años 1902 y 1917, y vendió más que cualquier fabricante de coches de gasolina, convirtiéndose en el segundo fabricante en número de ventas sólo por detrás de la “Columbia Electric”. Los coches fabricados por la empresa se conocían como “Stanley Steamer”. Cuando decidieron cambiar la disposición de la caldera de vapor a la parte delantera del vehículo, los propietarios definían el cambio como "coffin nose", algo así como "traspaso del motor a la nariz del ataud", quizá por la peculiar forma frontal del coche.
En 1906, Stanley Steamer puso el record mundial de la milla en 28,2 segundos. Este registro no fue superado por ningún coche hasta 1911, aunque Glen Curtis lo superó en 1907 con una motocicleta propulsada con un motor V8 que alcanzó las 136 millas por hora (218 kilómetros/h).
Aunque al principio, la producción fue limitada, se elevó a 500 coches en 1917.
Durante la segunda década del siglo XX, la eficacia de los combustibles y la potencia de los motores de combustión interna mejoraron ostensiblemente y la utilización de un arrancador eléctrico en lugar de una manivela (que producía graves lesiones), condujeron a la imparable subida de ventas de los coches propulsados con gasolina, que a la larga también eran más económicos de mantenimiento.
La empresa Stanley produjo una serie de campañas publicitarias que trataban de convencer al público que compraba coches con motor de explosión interna. Estas campañas publicitarias fueron los primeros ejemplos de un tipo de campaña dominada por los mensajes de miedo, la incertidumbre y la duda, ya que su objetivo principal no era convencer a la audiencia de las ventajas del coche Stanley Steamer, sino crear sensación de miedo dejando entrever que un coche con motor de combustión interna podía explotar.
En 1917, los hermanos Stanley vendieron sus acciones a Prescott Warren. El último Stanley Steamer fue producido en 1927. La empresa sobrevivió durante un largo período de tiempo con una evidente disminución de ventas y estancamiento tecnológico. Después de 1918, no fue producido ningún modelo con un motor que superara los 20 hp de potencia.
La competecia disponía de mejores coches y más baratos, por ejemplo; en 1924, el Stanley 740D Sedan costaba 3950 dólares, mientras que un Ford T costaba 500 dólares. Además, la ventaja de los arrancadores eléctricos en los coches con motor de combustión interna superaba las otras ventajas tecnológicas de los coches con motor de vapor.
La estancada tecnología de Stanley, junto a la carencia de una publicidad eficaz y el deseo del gran público de disfrutar de velocidades más elevadas representaron para la marca el principio del fin y el cese de la actividad.
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